El 15 de octubre Ecuador buscará cerrar el capítulo de crisis política que ha mantenido al país en la incertidumbre. Una crisis que tiene antecedentes complejos y con varias ramificaciones, pero que intentaremos simplificar a continuación.
Ecuador era conocido desde mediados de 1990 como un país políticamente inestable donde sus presidentes caían del poder constantemente, de 1996 a 2007 tuvieron siete mandatarios. Pero esta reputación cambia con la llegada de Rafael Correa, quien gobernó de 2007 a 2017 y si bien otorgó estabilidad y ciertas mejoras sociales, también mostró una vena autoritaria y represora.
Correa no pudo generar un “heredero” y con su entonces partido, Alianza PAIS, logró que Lenín Moreno fuera electo, pero éste tuvo uno de los gobiernos más convulsos de la historia y generó una grieta con Correa. Para 2021 Correa estaba en el exilio (huyendo de una condena por corrupción) y Alianza PAIS debió refundarse extirpando al correísmo.
En aquel 2021 Guillermo Lasso triunfa, lo que significó que Correa seguiría en el exilio, pero su nuevo partido, RC, quedaba como primera fuerza en el Congreso. Lasso enfrentó la pandemia, pero también el activo sabotaje de Correa y organizaciones vinculadas con él. Lasso tuvo como debilidad su incapacidad de concretar su alianza con varios partidos de derecha, quedándose solo en el Congreso para cuando el correísmo y aliados impulsaron un impeachment (acusado de corrupción).
Lasso decidió activar la “muerte cruzada”, por lo que cerraba el Congreso y se adelantaban las elecciones generales, Lasso no buscó la reelección. Así llegamos a la campaña electoral de 2023, donde se dieron los asesinatos del candidato Fernando Villavicencio y del presidente del RC, Pedro Briones.
Con este ambiente convulso y sangriento el 82.9% de los ecuatorianos votaron con valentía el 20 de agosto, defendiendo su democracia. El correísmo no logró su meta de ganar en primera vuelta, consiguiendo 33.6% de los votos, frente a Daniel Noboa, un joven empresario que es apoyado por partidos que van de la centroizquierda a la centroderecha.
La segunda vuelta será el 15 de octubre y los ecuatorianos deberán decidir si entregan el poder de vuelta al correísmo o si se mantienen en la senda de democratizar al país y luchar contra la influencia de caciques. Sin embargo, la realidad es poco optimista para Ecuador: quien resulte electo gobernará solo por 17 meses, es decir, terminará el mandato de Lasso.
El eventual presidente deberá decidir si ejecuta las profundas y dolorosas reformas que necesita Ecuador o si aplica paliativos para conservar popularidad y poderse reelegir en 2025. Tristemente la historia nos ha mostrado que los políticos latinoamericanos prefieren la popularidad antes que la trascendencia histórica. Si gana el correísmo veremos 17 meses intensos donde buscarán colarse por todas las estructuras del gobierno y cooptarlo para intentar controlar la elección de 2025. Si gana Noboa, se mantiene la incógnita sobre qué tipo de presidente será, uno que aplica la dolorosa medicina o el que prefiere paliativos.
Ecuador se enfrenta a una de las elecciones más importantes de su historia, ya que el resultado, gane quien gane, significará el arranque de 17 meses intensos de reformas o de cooptación o de destrucción. La segunda vuelta cerrará este largo capítulo de crisis política, pero abrirá otro y nada garantiza que sea menos malo que el actual.